PEDRO FLORES, O EL ARTE DE CAUTIVAR QUINTAESENCIAS
(Relato de la creación de una de sus obras, teñido de cúrcuma, índigo, cochinilla, sándalo y mirtilo)
EL VASO SOLANAS
Otro título que barajé para este texto, fue, inicialmente, EL PINTOR EN LA REDOMA. Ambas presentaciones insisten, de igual manera, en la idea del protagonista, de utilizar la metáfora de LA DESTILACIÓN para dotar a su lenguaje plástico de un soporte narrativo que facilite su finalidad ideológica: extraer del HOMBRE, de sus anhelos y contradicciones, el motivo primero, su razón y su alma, exponer sus dudas e interrogantes a la luz pública, como si la misión del artista fuera la de un moderno juglar alquimista, que es capaz de reducir, a meros gases, todos esos problemas para concentrarlos después, eliminando lo innecesario, obteniendo tan sólo la esencia. Para este ciclópeo proyecto utilizará todos los medios posibles, lícitos o no, la MORAL no tiene parte en el juego.
Comienzo. El actor toma un café sin azúcar, largo y negro, incienso líquido que depura cualquier incertidumbre. Una pantalla parece observarlo todo. Comienza la lucha entre tecnología y pasión, que, sorprendentemente, terminará en una diplomática tregua (Pedro tiene un talismán de piedra, limo, hierro y orín, que transforma infografías en sonetos y brochazos en mapas de genoma humano). Dibuja “a mano alzada” pero delimita, con precisión de delineante-cirujano, las zonas más recónditas del cerebro donde se crean los sentimientos abstractos, la capacidad infinita de sufrimiento, la infamia y la tortura, la bondad y el amor. Luego, dejando atrás a los sauces de su edén privado -un jardín epidérmico y sensual, nada utópico- cruza un barbecho, y entre más de dos billones, arranca al azar una espiga dorada, y acierta, es “la elegida”, la que proyecta una sombra mas densa y real. Será el germen del nuevo políptico apenas abocetado. Uno donde ADÁN baja del PARAÍSO a la panadería y flirtea con VENUS, la dependienta. Él [ADÁN] le regala un aguafuerte que representa una sinapsis, y ella le besa. Un aroma a frutas y rosas matiza el conjunto. Asoman entonces unas vetas en la madera que resplandecen de puro intensas…ya casi está listo el elixir. Pedro preparará un sahumerio, recitará un oscuro y virginal canto tántrico y acariciará cada una de las grietas y aristas de la obra, que ya no es suya, como si sus dedos fuesen un hisopo de perfumes inorgánicos. Finalmente, colocará las oportunas alcayatas, aplicará un antiséptico, cubrirá la pieza con un suave lienzo de lino crudo nuevo, y apagará el interruptor. El proceso mágico ha concluido. Juzguen ustedes la calidad del aguardiente. No mejorará. Apúrenlo.
Zaragoza, Julio de 2003